Control mental. Proyecto MK Ultra

Control Mental. Proyecto MK Ultra

Documental «Mind Control. America’s Secret War»

Título: Mind Control: America’s Secret War
Productora: Canal Historia
Duración: 43 min
Año: 2004

(El título original de este documental es el indicado justo encima, «Mind Control: America’s Secret War», pero no he localizado el que le pusieron en hispanistaní, y como no siempre se traduce literalmente -aquí en Hispanistán somos unos expertos en cambiar los títulos de manera radical-, he optado por titular la entrada como se puede ver, «Control Mental. Proyecto MK Ultra», que es similar al original e igualmente deja claro de qué va el tema.)

En junio de 1951 salió a la luz un memorando top secret de la CIA en el que se indicaba la necesidad de explorar métodos científicos para controlar la mente de los individuos. Fue una de las “batallas ocultas” que tuvo la Guerra Fría, el cerebro humano y el control del mismo, algo por lo que las superpotencias lucharon a costa, como siempre, de nosotros, del pueblo, de la gente normal y corriente.

Se realizaron experimentos secretos de control mental financiados por los gobiernos, en este caso el norteamericano, experimentos que se pasaron por el forro cualquier principio ético, moral y de libertad del individuo y cuyas víctimas fueron miles de hombres y mujeres que pagaron un alto precio en el nombre de la tan cacareada y obsoleta seguridad nacional (la misma por la que hoy en día se siguen invadiendo países y matando a gente a destajo frente a la impasividad de todos).

Y para el escéptico sin causa, esto no tiene que ver con la ficción o la teoría de la conspiración: es un hecho perfectamente documentado.

El objetivo de estos experimentos, como decimos, era determinar si la mente humana puede ser controlada usando fuerzas externas como drogas, electroshock o hipnosis. Se trataba de un programa secreto que alcanzó su apogeo en los años 50 y 60 pero cuyos orígenes se pueden encontrar en la edad media, aunque seguramente el control de la mente ha sido algo perseguido y utilizado desde tiempos inmemoriales.

En 1484 Heinrich Kramer y James Sprenger publican un tratado llamado Malleus Maleficarun, del cual ya hablamos en su día, donde se describen métodos para inducir a la confesión, incluyendo un manual de interrogatorios para obtener falsas confesiones de sujetos acusados de practicar la brujería. Fue el primer proyecto para encontrar técnicas que indujeran a los individuos a hacer o decir cosas que no harían en otras situaciones.

Aunque era algo elemental, sería el primer paso hacia el control mental como arma ofensiva contra sujetos involuntarios.

El secreto del dominio de la mente está en erradicar la conciencia del individuo para que cumpla nuestras ordenes sin darse cuenta de lo que hace, y para lograrlo se necesitan sofisticados conocimientos de control del cerebro y de la mente.

En 1776, el médico alemán Franz Mesmer descubrió el aparato llamado “baquet” en la corte francesa de Luis XVI, un barril de roble con limaduras de hierro que emitían una casi imperceptible carga magnética. Mesmer explicó a sus invitados que se trataba de una carga muy potente y que si la tocaban disfrutarían de agradables convulsiones. Cuando los miembros de la corte tocaron la baquet, se desmayaron en medio de ataques convulsivos. Con esto Mesmer descubrió el poder de la sugestión.

Un documento secreto informó al rey que esas técnicas eran peligrosas porque podían controlar a los individuos. Ese documento provocó la expulsión de Mesmer de la ciudad, que acabaría muriendo en el olvido aunque sus teorías acerca del poder de la imaginación serían recogidas a mediados de 1800 con la introducción del hipnotismo.

Baquet de Franz Mesmer

Baquet como la que utilizó en su día Franz Mesmer y con la que descubrió el poder de la sugestión

A finales del siglo XIX, un profesor de medicina francés, Hippolyte Léon Denizard Rivail, conocido como Allan Kardec, escribió artículos que proponen nuevos métodos de imponer nuevos pensamientos en pacientes hipnotizados. Además advirtió que estas técnicas podían usarse para obtener falsos testigos en los tribunales, pero lo que el advirtió como un peligro potencial, otros investigadores lo vieron útil para la policía y los servicios de inteligencia.

En los años 30, el revolucionario profesor George Estabrooks desarrolló la teoría de que la hipnosis puede crear un superespía, una potencial arma bélica.

A través de la hipnosis, el control mental y el lavado de cerebro, se crea una persona con una nueva identidad, se produce una barrera amnésica entre su identidad normal y su nueva personalidad alterada, nueva identidad que se puede utilizar para realizar infiltraciones o para vigilancia.

Al no conocer su otro yo, si el individuo es capturado y torturado, nunca revelará información secreta y morirá sin saber lo que ha pasado.

Estabrooks intentó convencer al ejército para montar un operativo de inteligencia controlado por la hipnosis, pero su propuesta fue rechazada hasta que una extraña serie de acontecimientos en Moscú convencieron al gobierno norteamericano de que las teorías de Estabrooks merecían ser estudiadas.

En los años 30 Inglaterra, Francia y Alemania estudiaban los interrogatorios por hipnosis y drogas, pero la investigación más importante ocurre en la Unión Soviética. El psiquiatra Aleksandr Lúriya exploró nuevas técnicas hipnóticas. Él pensaba que si podía provocar recuerdos falsos también podría imponer estados emocionales falsos, así que empezó a experimentar con la idea de crear conflictos emocionales programados por hipnosis.

En 1936, Stalin llevó a juicio a sus antiguos camaradas bolcheviques. Conocidos como los Procesos de Moscú, estos juicios hicieron público el poder del dominio de la mente, ya que los enjuiciados confesaron ser enemigos del estado y pidieron ser ejecutados, lo cual provocó la alarma en las agencias de inteligencia occidentales.

Las sorprendentes declaraciones de los testigos zombies en Moscú provocaron la alarma. ¿Habían desarrollado los rusos una técnica para conseguir las confesiones que quisieran? El gobierno estadounidense y el resto de potencias tenían miedo de que los rusos hubieran desarrollado técnicas que debilitaran nuestra voluntad, que pudieran introducirse en nuestras mentes, en nuestros cerebros.

Pero la inquietud americana por las extrañas confesiones de los procesos de Moscú, quedó eclipsada por una preocupación más inmediata: la Segunda Guerra Mundial, con lo que urgía crear un departamento de inteligencia.

En 1942, esta necesidad se vio colmada con una nueva agencia gubernamental: la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos). Su fundador, William Donovan, héroe militar de la Segunda Guerra Mundial, dejó claras sus necesidades por escrito: necesito todos los recursos sutiles y trucos ilícitos para usarlos contra alemanes y japoneses.

En 1942 la OSS invirtió 5000 $ en un programa de estupefacientes para obtener información de los prisioneros de guerra alemanes. El 27 de mayo de 1943, la agencia del gobierno puso en marcha la primera prueba ofreciendo un cigarrillo de marihuana a un gangster de nueva York, lo cual dio unos resultados muy prometedores: el gangster reveló información confidencial sobre los pormenores del narcotráfico.

En 1946, el mundo descubrió que EEUU y Rusia no eran las únicas superpotencias que estaban estudiando técnicas de control mental. En el juicio de Nuremberg, en Alemania, los médicos nazis confesaron que los campos de concentración eran caldo de cultivo de pruebas sobre sujetos involuntarios.

Así que también los nazis buscaban armas mentales. Tenían una unidad en el campo de concentración de Dachau en la que los prisioneros eran sometidos a pruebas. Había muchas personas allí y no sentían remordimientos por exponerles a pruebas peligrosas, experimentando con drogas como la mescalina. Uno de los experimentos consistía en hipnotizarlos y preguntarles si podrían matar a alguien, si podrían apretar el gatillo.

Como resultado de las atrocidades de Dachau y otros campos de concentración, se adoptó un código internacional de ética médica llamado Código de Nuremberg.

Entre los diversos criterios que se establecieron, había un principio primordial: era esencial el consentimiento voluntario del sujeto.

Entre 1947 y 1949 los experimentos de control mental acataron este código: sólo los voluntarios se someterían a combinaciones de hipnosis, mescalina y escopolamina.

Cardenal József Mindszenty

Imagen del cardenal József Mindszenty en su juicio, con una mirada un poco «ida»

Pero en 1949 un sorprendente juicio lo cambiaría todo. En febrero de ese año, el cardenal József Mindszenty es llevado a juicio por el régimen comunista húngaro. Como pasó en los juicios de Moscú, el cardenal presentaba síntomas de alucinación; a pesar de ser un cardenal, un príncipe de la iglesia, estaba confesando crímenes absurdos, así que se dio por sentado que le hicieron algo para que actuara de este modo.

Las agencias de inteligencia tenían miedo de quedarse atrás con respecto a los soviéticos, que habían conseguido sofisticados avances en estas técnicas.

La recién fundada CIA (antes la OSS) empieza a investigar métodos para controlar la mente y los proyectos secretos reciben nombres en clave como Proyecto Bluebird o Antishock.

En 1950 en Japón se produce la primera prueba en vivo. Agentes de la CIA administran a supuestos agentes dobles una combinación de anfetaminas y barbitúricos, con lo que el gobierno de EEUU infringe el Código de Nuremberg al no informar a los sujetos de la prueba, pero con el estallido de la Guerra de Corea en 1952, EEUU justifica estos experimentos publicando informes sobre las técnicas de Rusia y China.

Pilotos americanos y capturados se autoinculparon de crímenes de guerra, lo cual para el público americano significaba que las confesiones eran falsas y que se habían obtenido con las técnicas soviéticas de control mental. Los soviéticos habían desarrollado técnicas de lavado de cerebro, siendo capaces de convertir a la gente en robots: se les decía lo que uno quisiera que hicieran y ellos lo hacían; sus mentes habían sido manipuladas.

El término que utilizaron los chinos fue traducido por “lavado de cerebro”.

Una investigación reveló que las técnicas de manipulación a los prisioneros de guerra combinan la privación sensorial, el aislamiento y la regresión hipnótica. Pero hubo sospechas, nunca probadas, de que podrían estar usando técnicas de control mental más sofisticadas, especialmente después de un suceso ocurrido en la provincia china de Manchuria.

Cuando los prisioneros de guerra americanos atravesaban Manchuria, experimentaron lo que definieron como períodos en blanco, ya no se acordaban de lo que les había ocurrido allí. Así nació la idea del candidato de Manchuria.

Para la CIA esto sería una llamada a la acción, ya que aumentó el miedo de que los prisioneros de guerra hubieran sido hipnotizados y programados para cometer actos contra EEUU, incluso para convertirse en asesinos.

En abril de 1953, Allen Dulles, director de la CIA, dijo que se estaba luchando en una guerra por el control de las mentes y que se estaba perdiendo la batalla, así que decidió firmar una orden secreta para crear el proyecto MK Ultra, cuyo objetivo era (y es) investigar a fondo el dominio de la mente y su comportamiento.

Se querían emplear los mismos métodos que supuestamente estaban usando los soviéticos, pero se quería ir por delante.

El proyecto MK Ultra cruzó las fronteras de la ética médica en nombre de la seguridad nacional, excusa de la que se ha valido el gobierno de dicho país, y de tantos otros, de cometer tantos crímenes como ha sido posible.

En 1977 el subcomité del senado norteamericano de investigación sanitaria y científica, presidido por el senador Edward Kennedy, investiga las acusaciones a la CIA de haber realizado experimentos de control mental con individuos involuntarios.

Esta vista coincidió con la difusión de 16.000 páginas de documentos desclasificados de la CIA sobre el proyecto MK Ultra entre 1953 y 1964. Gracias a estos documentos y a los descubrimientos del subcomité se pudieron reconstruir algunos de los subproyectos que formaron parte del mayor programa de control mental de la historia norteamericana.

La CIA contaba con una división de servicios técnicos cuya función era dar cobertura a las operaciones, lo que sería equivalente al personaje de Q en las películas de James Bond; facilitaba artefactos, polvos somníferos o irritantes, creaban disfraces, productos químicos, biológicos, electrónicos. Si encontraban una droga que vertida en una copa hacía que el individuo revelara secretos, la división de servicios técnicos experimentaba en ese campo.

Esta división de servicios era una subsección de la CIA, y su director era Sidney Gottlieb, que a su vez fue el primer jefe del proyecto MK Ultra. Inició la investigación a gran escala sobre el uso de un desconocido alucinógeno llamado LSD. Parecía una droga que podría desentrañar los misterios de la mente y la CIA estaba interesada en ella como droga que pudiera revelar los misterios de la mente y dar el control a otra persona.

Sidney Gottlieb

Sidney Gottlieb, el que fue responsable de los experimentos de control mental de la CIA, entre los cuales se encontraba el conocido Proyecto MK Ultra

En 1953 la CIA realiza sus primeros experimentos con estudiantes voluntarios remunerados que conocen las características del experimento alucinógeno, pagando unos 25$ al día a los estudiantes por convertirse en «esquizofrénicos felices». También se solicitaron voluntarios en el psiquiátrico de la prisión federal de Lexington, Kentucky: los prisioneros drogadictos recibían su dosis de droga a cambio de su participación en el primer experimento prolongado con LSD.

En un caso, y con la excusa de querer conocer los efectos de una prueba continua, llegaron a administrar LSD a un prisionero durante 80 días seguidos….

Sin embargo la CIA temía que los resultados no fueran fiables ya que experimentaban con sujetos conscientes de estar recibiendo una sustancia alucinógena. Pensaban que si administraran esta droga a un prisionero ruso funcionaría mejor si no sabía que estaba bajo los efectos de la droga; para hacer operaciones involuntarias se necesitaban pruebas involuntarias, así que la CIA buscó nuevas victimas…

La primera solución de la CIA fue administrar LSD a sus agentes. El personal de la división de servicios técnicos acordó que se lo administrarían unos a otros en cualquier momento, con lo que la gente no sabía si el café del desayuno, por ejemplo, llevaría o no algo de LSD.

Después de 7 meses probando la droga, el director Sidney Gottlieb y su segundo, Robert Landsburg, llevaron LSD a un refugio de operaciones especiales del ejército y la CIA en Fort Detrick, Maryland, pero lo hicieron sin informar a nadie de sus planes.

Los agentes de la CIA pusieron LSD en el Cointreau, licor que se ofreció a los presentes. Uno de los participantes, el Dr. Frank Olson, tuvo lo que se podría llamar «un mal viaje«, perdiendo el control. Después de tomar el LSD ya no era el ni volvió a ser el mismo de antes.

La culpa era del LSD, y Gottlieb y Landsburg se hicieron cargo de él, pero en vez de llevarle a un hospital o a un psiquiatra que le ayudara a entender lo que había ocurrido, lo llevaron a Nueva York y consultaron con un alergólogo que, curiosamente, recibía fondos de la CIA para experimentar con LSD. Se podría decir que no fue un comportamiento responsable y el resultado era más que predecible.

El 24 de septiembre de 1953, 5 días después de beber el cointreau con LSD, Robert Landsburg se levantó a las 5 de la mañana a tiempo para ver a Frank Olson arrojándose desde su habitación en el 10º piso de un hotel de Nueva York. Pasarían más de 20 años antes de que la viuda de Olson supiera que su marido murió por culpa del LSD.

Pero en vez de prohibirles seguir con el proyecto o de arrestarles, simplemente les regañaron, les dieron una reprimenda, pero ni siquiera investigaron sus archivos personales y siguieron financiando sus experimentos, lo que significaba que apoyaban su trabajo.

El problema es que cualquier cosa estaba y está justificada para proteger al país, para proteger la seguridad nacional de EEUU, así que después de la muerte de Olson continuaron trabajando sin perder el tiempo. Es más: cuando se destituyó finalmente al Dr. Gottlieb, no sólo no estaba arrepentido sino que se sentía un patriota. Toma moreno.

A principios de 1954 aumentan las pruebas de LSD sobre sujetos involuntarios. Los agentes de la CIA buscaron sus propias victimas entre el pueblo llano. Decidieron hacerlo con gente que ofreciera poca resistencia y que no pudiera denunciar los casos, como gente del mundo de la droga, chulos, prostitutas y presos: todos ellos hicieron de cobayas.

La CIA pidió ayuda a George White, al que le concedieron miles de dólares para montar centros de pruebas para la CIA. White alquiló apartamentos en Nueva York y San Francisco y los amuebló para que parecieran residencias de lujo. Reclutó y coaccionó a prostitutas para que trabajaran para él: éstas administraban drogas a sus clientes en los servicios de los bares y se los llevaban a los apartamentos, supuestamente para acostarse con ellos, pero también para ver su reacción ante esa droga.

Los agentes de la CIA grababan los procedimientos detrás de un espejo y no temían ser arrestados por administrar LSD a sujetos involuntarios ya que sabían que si los pacientes descubrían que los habían drogado no darían parte a la policía por lo comprometido de la situación. Además que si lo hacían nadie creería que habían sido drogados por una prostituta, con lo que era la tapadera perfecta.

Memorando MK Ultra de la CIA

Memorando MK Ultra de la CIA de 1953, con las típicas tachaduras de este tipo de documentos

La CIA no hacía ningún tipo de seguimiento al sujeto que se examinaba. La persona volvía a su mundo, con lo que no existe documentación sobre lo que les ocurrió, pero gracias al caso de Olson y a otros muchos, se supo que las personas que recibieron dosis de LSD terminaron con serios problemas mentales y algunos incluso acabaron suicidándose.

A su vez la CIA donaba cientos de miles de dólares a universidades e instituciones para que realizaran investigaciones en este campo. La CIA sabía más nadie sobre el LSD y sobre sus desastrosos efectos, pero seguía malgastando dinero público y privado en promocionar la investigación.

Los psiquiátricos eran los lugares preferidos para los experimentos de la CIA. Allí pacientes involuntarios recibían dosis masivas de LSD. El secretismo que rodeaba a las pruebas evitaba que los mismos médicos conocieran su naturaleza. Eran experimentos terriblemente crueles ya que usaban a una población que sufría enfermedades mentales, así que cuando les decían a sus médicos que sus mentes estaban siendo controladas, los médicos lo usaban como una razón más para mantenerlos en la institución, aunque estuvieran sanos.

Pero el LSD es sólo una parte de la historia del proyecto.

Entre 1953 y 1964 documentos desclasificados de la CIA revelaron financiamientos para 149 subproyectos diferentes, muchos de los cuales combinaban drogas con otras formas de control mental.

La idea era anular la mente de la persona y usar la hipnosis, el dolor, el electroshock, la privación sensorial y la soledad, lavados de cerebro y amenazas para controlarles y manipularlos. Las drogas eran sólo parte de esa mezcla explosiva.

A mediados de los años 50 la CIA descubre que estos experimentos se están realizando ya en el Instituto Allan Memorial de la Universidad McGill de Montreal, en Canadá. El psiquiatra Ewen Cameron pretendía curar las enfermedades mentales usando un proceso llamado despersonalización. Pensaba que si podía despersonalizar la mente humana, si podía liberarla de todo pensamiento, podría introducir nuevos comportamientos.

La CIA pensó que este proceso podría resultarle clave en las labores de inteligencia, así que en 1957 empieza a financiar el trabajo del Dr. Cameron.

La técnica de psicoterapia del Dr. Cameron se basaba en mantener a la gente dormida con drogas durante días, les administraba dosis masivas de electroshock, cientos de veces por encima de la dosis normal, con lo que prácticamente reducía al individuo a un estado de vegetal.

Técnicamente la idea era despojarle de su tristeza, de sus depresiones o síntomas psiquiátricos, para que cuando volviera a su ser, después de muchos meses, los síntomas hubieran desaparecido.

Pero el Dr. Cameron quería dar un paso adelante en su tratamiento; además de despersonalizar a sus pacientes, intentó crear en ellos nuevos pensamientos y comportamientos.

La CIA financió este experimento porque si podían hacer desaparecer la personalidad de un agente enemigo y darle una nueva, lo convertirían en uno de los suyos.

A sugerencia de la CIA Cameron realizó un lavado de cerebro en 3 fases sobre sujetos involuntarios, violando todos los patrones éticos que la profesión medica había formulado en los últimos 50 años. Las fases eran:

  1. La despersonalización, con el uso de LSD y fuertes cargas eléctricas para despojar a los pacientes de todo control.
  2. Intentaba programar patrones de comportamiento emitiendo repetidamente mensajes grabados.
  3. Un periodo de 2 o 3 semanas en el que Cameron dormía a sus pacientes con barbitúricos para suprimir cualquier recuerdo de la prueba.
Dr. Ewen Cameron

Dr. Ewen Cameron, uno de los tantísimos doctores del terror gracias al que tantos miles de personas han vivido un infierno en vida

Una locura, y eso que era el presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría (así se ha convertido la industria de la psiquiatría en la actualidad, en un negocio del terror más), con lo que nadie se atrevió a criticar sus métodos. Y eso que cobraba el tratamiento a todos sus pacientes. Los médicos y enfermeras del hospital oían continuos gritos y, aunque todos sospechaban que algo raro pasaba, nadie se atrevió a cuestionar estos métodos tan psicópatas.

Entre 1957 y 1964 el Dr. Cameron hizo estos experimentos mentales con cientos de miles de victimas involuntarias como Linda MacDonald, una de las personas que hablan en el documental y que explica su horrorosa experiencia más propia de una película de terror de que de este planeta.

En 1963, con 25 años, Linda tenía síntomas de lo que hoy se conoce como depresión post parto, y después de 2 años en los que sus médicos no supieron decirle lo que le sucedía, le recomendaron ir a Montreal, cono había un médico famoso, el Dr. Cameron, que le haría un reconocimiento de 3 semanas. En esas 3 semanas le diagnosticó una esquizofrenia aguda y le dijo al marido de ella que si no aceptaba que se sometiera al tratamiento, del que no dio detalles, la haría quedarse en el psiquiátrico durante el resto de su vida.

Lo peor de todo es que las victimas del Dr. Cameron creían estar en el mejor hospital de Canadá. La mayoría no sufría de esquizofrenias profundas o desordenes psíquicos que justificaran las violentas técnicas que usaron con ellos, era gente que sufría de dolencias psíquicas normales.

Así que en en abril de 1963 dio inicio el programa de despersonalización realizado en lo que Cameron llamaba «la sala del sueño». En 5 semanas sometió a Linda 109 tratamientos de electroshock, aplicándole una dosis 6 veces mayor de lo normal, por lo que recibió 600 veces la dosis recibida en un sencillo tratamiento de electroshock.

Le administró grandes dosis de alucinógenos al mismo tiempo, incluido LSD, lo cual hizo que Linda estuviera en coma profundo durante 86 días, y cuando despertó 5 semanas después, según su informe, ya que ella no recuerda nada, era un vegetal, como si nunca hubiera estado en este mundo, como si fuera un bebé: no sabia quien era, sufría incontinencia, no sabía nada…

Mientras tomaba alucinógenos y sedantes, un altavoz bajo su almohada emitía continuos mensajes, escuchando la cinta todos los días durante semanas. El objetivo era borrar su vida anterior e imponer una nueva en un vegetal.

Cuando Linda salió del Allan Memorial 5 meses después no recordaba la vida antes de conocer al Dr. Cameron y ni siquiera reconocía a su marido, ni sabía que estaba casada, ni podía decir su nombre, ni sabía donde estaba o qué año era.

Tuvieron que cuidar de sus hijos ya que ella «era mas joven» que ellos, ya que con todo lo que le hicieron era como si sólo llevara unos meses en este mundo.

Después del alta Linda no recibió ningún tratamiento de seguimiento ni del Dr. Cameron ni de otros médicos, que se negaron a llevar el caso, a pesar de que muchos de ellos sabían que Cameron estaba llevando a cabo experimentos secretos e ilegales en dicho hospital, con lo que no sólo se usaba a personas como conejillos de Indias en arriesgados experimentos sino que además les negaban terapias que les podrían haber ayudado.

Linda empezó una nueva vida ajena a los tratamientos a los que se sometió. Su marido le enseño a leer, a tocar la guitarra (cosa que sabía hacer antes de entrar en la casa del terror que era ese hospital), a conducir y su cuñada le tuvo que enseñar a cocinar.
En 1984 Linda leyó un artículo en el periódico local sobre un pleito contra la CIA y el Allan Memorial. Los litigantes eran 9 antiguos pacientes del Dr. Ewen Cameron. En dicho articulo aparecía una foto enorme de este doctor del terror, gracias a la cual Linda supo que ése era el médico que la había tratado y dónde había estado, lo cual, obviamente, le causó un trauma (por si no hubiera tenido suficiente con todo lo sufrido).

Así que decidió poner una denuncia y unirse a los 80 pacientes de Cameron que finalmente lograron una indemnización del gobierno canadiense. En este sentido los expertos creen que son muchas más las victimas que nunca sabrán que fueron conejillos de Indias de estos experimentos, probablemente el 99% de las personas que formaron parte involuntariamente de estos experimentos.

El Dr. Cameron continuaría con sus pruebas de despersonalización hasta mediados de 1964, cuando inesperadamente se retiró. Acabó muriendo de un ataque al corazón mientras escalaba una montaña en 1967 (pena que no muriera mucho antes aplastado por un dinosaurio)

El programa MK Ultra terminó oficialmente, pero continúa la especulación sobre los modernos programas de control mental. En la actualidad se cree que sólo se sabe el 30% de lo que hizo la CIA.

John Marks y su libro En busca del candidato de Manchuria

John Marks y su libro «En busca del candidato de Manchuria», libro que pudo escribir gracias a las 16.000 páginas de documentos desclasificados sobre el Proyecto MK Ultra, muy probablemente una nimia parte del total de documentos

A principios del otoño de 1963 MK Ultra fue reemplazado por el MK Search, que absorbió muchos de los experimentos mentales de ese entonces. Este “nuevo MK” continuó hasta 1972 del mismo modo que los proyectos financiados por el ejército, la marina y las fuerzas aéreas. A partir de ese momento se perdió la pista, ya que ese año, cuando Richard Helms dejó la CIA, destruyó muchos documentos, entre ellos los expedientes de las pruebas de control mental.

En 1975, después de que el presidente Henry Ford ordenara a la comisión Rockefeller que investigara los abusos cometidos por la CIA en el pasado, incluyendo los programas mentales, el periodista John Marks, autor del libro «En busca del candidato de Manchuria«, empieza a investigar los escasos documentos relacionados con los experimentos.

Gracias a que se crearon comités para investigar a la CIA, Marks tuvo libertad para conseguir documentación de los archivos.

Se encontraron 4 cajas repletas de informes financieros, que son la base de lo que se conoció posteriormente.

Por los documentos que se obtuvieron los experimentos cesaron a mediados de los 70, pero nadie consiguió un solo documento de los experimentos de la CIA, y es que dichos documentos han seguido siendo clasificados.

Como dicen varios de los protagonistas del documental:

Uno de los abusos del secretismo de nuestro gobierno sigue siendo el mal uso de la seguridad nacional que no protege la información trascendente para la defensa nacional de nuestro país, como la construcción de una bomba atómica, sino que oculta el abuso y la vergüenza de los delitos cometidos por el gobierno.

o…

No vivimos en un mundo feliz porque hay gente mala, necesitamos protegernos de ellos, pero no tenemos protección si las fuerzas a las que pagamos nos convierten en conejillos de indias y nos eliminan nuestras mentes.

La gran tragedia en todo este asunto es que ninguna organización profesional ha censurado a ninguno de los miembros de estos experimentos ilegales, nadie ha perdido su trabajo, su prestigio o estatus social. El mensaje sería: tú haz, que no te vamos a condenar por ello.

Luego está la irremediable pregunta de si el gobierno sigue realizando estos experimentos.

Gracias a los artículos de varios medios, se sabe que se ha investigado con el uso de armas no letales, armas que son formas de energía, radiación, sonido o electromagnetismo, que dirigidas a zonas del cuerpo pueden controlar su comportamiento, discapacitándolos sin llegar a matarlos.

Teniendo en cuenta que gracias a documentación se sabe que se han hecho pruebas con civiles involuntarios con el estudio de armas biológicas, radiación, LSD, y otras formas de dominio mental, es casi imposible que no hayan experimentado en la tecnología de armas no letales con civiles involuntarios.

Por cada avance que se haga en psiquiatría se dará un paso atrás, porque siempre habrá quien quiera hacer uso de esos avances para controlar al resto, así que se seguirán cometiendo violaciones de los derechos humanos.

En la novela que Aldous Huxley publicó en 1932, Un mundo feliz, se afirma algo así como:

“Vamos a cambiar voluntariamente vuestras mentes, vuestras creencias y pensamientos.”

Así que es imperativo sacar estos experimentos a la luz, ya que de lo contrario la historia está condenada a repetirse. Y a no ser que hagamos algo por proteger nuestra integridad y libertad individual, o al menos la de nuestros hijos, lo citado del libro de Huxley se hará realidad.

BONUS: 

Lo que se explica en este documental, aún pudiendo ser sorprendente e indignante para todo aquél que no tuviera ni idea del tema, no es más que la punta del iceberg. Para mí la mayor prueba de que se siguen realizando experimentos de control mental, y que desde luego se están aplicando en sujetos involuntarios, es la propia actualidad. No hay que ir muy lejos, ni tan siquiera moverse, para darse cuenta de algo obvio: si «el sistema» no estuviera utilizando todas las técnicas de control mental y de masas que tiene a su alcance, y no son pocas, por cualquiera de las muchas vías que tiene a su disposición, simple y llanamente el mundo sería muy distinto -mejor- y no estaría tan podrido hasta el tuétano como lo está.

Dicho de otro modo, la prueba de la importancia y de la aplicación constante del control mental por parte de los que están arriba en la pirámide de poder es nuestra pasividad y aborregamiento generalizado que permite toda la mierda que nos comemos con y sin patatas cada día, unos mucho más que otros, por descontado.

Supongo que entiendes lo que estoy diciendo y no es necesario que me enrolle más al respecto.

Aunque en Internetes encontrarás abundante información sobre este tema, así como en concreto sobre MK Ultra o subproyectos (y no tan sub) como el famoso Proyecto Monarca o el mencionado Bluebird, incluso en algunos casos -según lo veo yo- rozando un poco la paranoia conspirativa (y eso que me considero un conspiranoico, por mucho que deteste esta palabra), dejo algunos enlaces con los que profundizar en este importante tema que, sin duda alguna, nos atañe a todos.

– Puedes echarle un vistazo a estos artículos de los vecinos El Nuevo Despertar e Información por la Verdad, o a éste del ya inactivo, desgraciadamente, blog de Trinity a Tierra.

– También puedes acudir a la sección de control mental de nuestra querida Biblioteca Pléyades.

– Y por último, pero no menos importante, este vídeo que encontré al buscar el documental que destripamos aquí, en el que se explican los puntos más importantes mencionados arriba aunque añadiendo más datos y casos sobre el uso del control mental a lo largo de los últimos tiempos.

Quiero añadir dos detalles que no se mencionan en el documental de este post pero sí en el de más abajo: que el hospital en el que el psicópata Dr. Cameron ejercía impunemente sus experimentos frankenstinianos estaba pagado por la fundación Rockefeller, la misma precisamente que investigó los abusos de la CIA (vendría a ser lo mismo que pedirle a Jack el Destripador que investigara los asesinatos de Whitechapel) y, no menos importante, la Operación Paperclip, «gracias a la cual» muchos científicos, entre otros, de la Alemania nazi no sólo no fueron llevados a juicio por sus atroces experimentos sino que fueron reclutados por los EEUU después de la Segunda Guerra Mundial para proseguir con los mismos…

Publicado el 04/03/2013 en Docus. Añade a favoritos el enlace permanente. 1 comentario.

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