Hasta la vista, baby

Un sábado 7 de enero empezamos este noble blog mezcla de curiosidad, experimento y sobretodo, sobretodo, una necesidad imperiosa de dejar de algún modo constancia de aquello que veíamos, leíamos, escuchábamos y aprendíamos (o no). La palabra concreta que resume la necesidad que tuvimos en su momento es «compartir», compartir con los terrícolas algunas de las cosas que iban entrando por nuestros sentidos.

Hoy, 7 de enero de 2014, dos años después de ese gran día, finaliza la primera etapa (o segunda, según se mire) de Nebula Draconis, lo cual quiere decir que hasta nuevo aviso, aviso que no sabemos cuando se dará, aunque estamos seguros que en algún momento lo hará :), no vamos a publicar ninguna entrada más en el blog.

Han sido 2 años intensos, infinitas horas dedicadas, algunos dolores de cabeza, hombros, espalda y brazos y, ante todo, mucha satisfacción, no sólo por haber sido capaces de mantener un buen ritmo durante todo este tiempo sino por tod@s aquell@s que decidieron seguir Nebula Draconis, ya fuera de manera activa o pasiva.

Y a tod@s ell@s, y a quien tenga que llegar, les decimos gracias y que sigan sintonizad@s, que esto no se ha acabado.

Salutem castrem.

El mono egoísta. La tribu de la corbata

El mono egoísta. La tribu de la corbata

Documental «El mono egoísta. La tribu de la corbata»

Título: El mono egoísta. La tribu de la corbata
Director: 
Fernando López-Mirones
Productora: New Atlantis
Duración: 52 min
Año: 2011

Dado el buen rollo que nos transmitió el autor de este excelente documental cuando le contactamos para saber si había algún problema por su parte en que destripáramos (no nosotros, Jack, ya sabes…) «El mono egoísta. La tribu de la corbata», y obviamente por lo mucho que nos gustó esta noble obra, decidimos que el documental era el mejor candidato para finalizar esta etapa de Nebula Draconis.

Del documental en sí poco más diré, ya que si se encuentra aquí colgado y destripado es, insistimos, porque nos ha encantado. Es de esa raza de documentales de los que no sólo se aprenden cosas nuevas sino que además vienen con MENSAJE, en este caso explícito hasta en el mismo título. La única pena, y esto no depende ni del autor ni del documental, es que es más que probable que los que actúan (actuamos) como nos recuerdan en él, sigan (sigamos) haciéndolo hasta el fin de nuestros días.

Sí comentaremos que ésta tenía que ser la primera parte de una trilogía, pero por cosas de la vida se quedó en esta única parte que nos ocupa. Una pena.

Del autor, Fernando López-Mirones, más allá de la simpatía que ya le tenemos por el mero hecho de haber realizado este noble trabajo y de su total disponibilidad para con lo que le solicitamos en su momento, pegamos su currículum abreviado, que no breve, que se encuentra en su blog Orca Films, donde podrás encontrar abundante información sobre sus muchos trabajos, viajes y premios:

El Director y Guionista de películas documentales de Historia Natural Fernando López-Mirones es biólogo-zoólogo de formación, y ha participado en mas de 130 películas documentales, siendo, por ejemplo, el primer español cuyos guiones han sido producidos por National Geographic Television y BBC Natural History Unit. Es también profesor en la Universidad Complutense de Madrid (Centro Universitario Villanueva) de Documental Científico y de Investigación en la licenciatura de Comunicación Audiovisual, Cine y Televisión e imparte cursos y conferencias sobre Filmación de Documentales de Historia Natural en todo el mundo. Sus trabajos han merecido muchos premios internacionales. Participa habitualmente como jurado en festivales internacionales de cine. Además escribe habitualmente en periódicos, revistas y publicaciones sobre el mundo natural, Cine y Documentales.

Todo un crack 😉

Ahora sí, después de darle de nuevo las gracias a Fernando, del que por cierto hace no mucho vimos otro de sus nobles trabajos sin saberlo hasta días después, Ultimatun, pasamos a ver(nos) y leer(nos) en «El mono egoísta. La tribu de la corbata».

«Me llaman el mono egoísta. Pronto van a entender por qué.

Soy el primate que todos llevamos dentro sin saberlo. Pertenezco a la tribu con más éxito que jamás existió. Pero estoy desesperado. Algo no ha ido bien.

Voy a contarles cómo he llegado a esta situación.

Todo empezó hace muchos, muchos años…

Esta es la historia más antigua del mundo, la guerra que nos hizo como somos a nosotros los primates, pero el resto de los animales también. Nuestra estirpe evolucionó ahí fuera, en un mundo peligroso en el que sólo los triunfadores eran capaces de sobrevivir.

Algunas familias adquirieron colmillos, otras increíbles adaptaciones para prosperar en los lugares más inhóspitos del planeta.

Este enfrentamiento encarnizado nos hizo aprender, nos formó en la única ley en la que ahora somos maestros: competir, comer y destruir.

Desde una casta de primates vegetarianos tuvimos que aprender a matar y nos hicimos carnívoros. Pero nuestro pasado en los árboles nos marcó para siempre.

Todo iba bien. Nuestra especie se extendió por toda la tierra como una mancha de aceite, las grandes llanuras de África nos enseñaron el valor de un cerebro eficiente con el que podíamos cazar a las criaturas más descomunales y comérnoslas.

Los pastadores de hierba vivían en inmensas manadas que nos proporcionaron carne en abundancia. Acabamos con casi todos. Hoy sólo queda uno de los grandes, el último gigante al que hemos permitido vivir.»

El elefante africano es una máquina de comer vegetales que puede cambiar radicalmente el paisaje en el que vive. Es el mega herbívoro: 21 kilos de corazón al servicio de una trompa. Este, el mayor devorador de plantas del planeta, no es el único capaz de alterar su entorno de forma irreversible. Hay un simio cuya capacidad de multiplicación puede ser calificada como plaga: el mono egoísta.

A toda esta carrera de millones de años no somos ajenos los seres humanos; como animales formamos parte de ella. Pertenecemos a la vieja estirpe de los primates.

Nuestra familia empezó con animales parecidos a estos, primitivos comedores de insectos, pequeñas e insignificantes criaturas nocturnas que correteaban al amparo de los bosques entre los grandes reptiles dominantes. Poco a poco esto seres tímidos de ojos grandes ampliaron su dieta y resolvieron los problemas digestivos de comer vegetales. Nuestros antepasados descubrieron que la fruta y las hojas eran abundantes.

Para explotar este nuevo recurso la evolución les dotó de todo lo necesario. Su visión mejoró para encontrar la fruta madura, los ojos se desplazaron hacia la parte delantera de la casa y las manos se desarrollaron para agarrar y arrancar con precisión. Con esa nueva visión binocular y en color sus miembros aptos para la manipulación y su cerebro cada vez mayor fueron dominando progresivamente el mundo tridimensional de los árboles.

Hace entre 25 y 35 millones de años estos animales empezaron a evolucionar para convertirse en verdaderos monos.

Sus colas se alargaron y se hicieron flexibles. En vez de correr y saltar, empezaron a utilizar sus brazos columpiándose y asiéndose con las manos. Más tarde perdieron esas colas y su tamaño mayor les permitió estar más seguros cuando bajaban al suelo esporádicamente.

Somos descendientes de simios de bosque, un ecosistema lleno de comida y relativamente placentero. Allí arriba, a salvo de los carniceros del suelo, armados con garras y dientes enormes con los que no podíamos competir. Pero algo ocurrió.

Hace unos 15 millones de años un cambio climático a escala global hizo que los bosques se empezaran a reducir. Entonces los monos ancestrales se enfrentaron a un dilema: o se aferraban a lo que quedaba de sus viejos y boscosos hogares o se verían obligados a salir a las peligrosas sabanas. Fuimos literalmente expulsados del paraíso, de nuestro jardín lleno de frutas.

Los antepasados de los actuales grandes primates decidieron quedarse. Fue una mala elección porque desde entonces no les va muy bien.

Los descendientes de los que se marcharon somos nosotros.

Toda esta historia se encuentra impresa fuertemente en nuestros genes, más incluso de lo que muchos están dispuestos a admitir. Está en camino el más extraño animal del planeta.

Pero la dieta de frutas y nueces del bosque que ya habíamos explotado antes, podía adaptarse a una de raíces y bulbos en el suelo. En vez de estirar perezosamente el brazo, como en el paraíso, para coger la fruta madura de una rama, aquí abajo había que rascar y escarbar la dura tierra con gran esfuerzo, igual que hacen estos bosquimanos de Namibia hoy en día. La sabana no es un hogar tan fácil como las selvas.

Esta dieta tan costosa la fuimos complementando con pequeños animalillos del suelo fáciles de capturar. Cada insecto era un caramelo, cada huevo o polluelo desvalido un regalo. A más proteínas menos necesidad de grandes panzas para digerir las pesadas hojas.

La expansión del cerebro de la evolución humana se hizo a costa de la reducción del sistema digestivo. Para ello fue necesario que las fibras vegetales de difícil asimilación dieran paso a la carne y a las grasas animales.

Así llegamos al último millón de años de nuestra historia y a una serie de acontecimientos cada vez más dramáticos que nos han hecho como somos.

A falta de garras y dientes los monos ancestrales teníamos un cerebro grande, buenos ojos y manos prensiles y eficientes heredadas de millones de años de comer frutas. Y además cierto grado de organización social como buenos primates.

Entonces nos hicimos adictos a las proteínas animales y empezamos a cazar cada vez más y mejor aumentando nuestro desarrollo intelectual.

Sólo observando nuestro origen y estudiando los aspectos biológicos de la manera en que actualmente nos comportamos como especie podremos llegar a una comprensión de nuestra extraordinaria existencia.

Nos convertimos en primates cazadores organizados. Esto hace que seamos únicos entre todos los simios existentes. Lo malo es que un cambio como éste produce un animal con doble personalidad.

Ha pasado poco tiempo para que hayamos olvidado nuestras viejas características de vegetarianos mientras asumimos apresuradamente las nuevas de carnívoros. Nuestro cuerpo y forma de vida fueron diseñados para su existencia en el bosque y de pronto, en términos evolutivos, nos vimos expulsados a un mundo donde sólo podíamos sobrevivir como depredadores inteligentes.

Esto afectó a nuestro comportamiento hasta el día de hoy; no hay corbata ni tecnología que puedan ocultarlo.

«Así fue. Todas las partes de este cuerpo, todas nuestras habilidades y comportamientos, tienen su origen en la evolución. Estos ojos que ven en color, estas manos capaces de disparar y este cerebro con afición a dudarlo todo.

Ya éramos tan fuertes que pudimos invadir el planeta entero siguiendo a los grandes animales viajeros para robarle su carne. Lo importado dónde fueron: con frío o calor, allí estábamos nosotros dispuestos a acabar con todos ellos.»

Una teoría evolutiva sugiere que los primeros homínidos, tras aficionarse a la carne de estos animales, los siguieron en sus migraciones y que de este modo salimos de África y colonizamos el mundo. Pero el planeta ya no es lo que era: el mono egoísta está por todas partes y compite por el espacio con los grandes herbívoros.

En esta guerra ya sabemos quién pierde siempre.

«muy pronto no nos fue suficiente con la carne; lo queríamos todo: marfil para el despacho de un modo egoísta.»

El ser humano se ha autoerigido como el rey de la creación. Su extraordinaria evolución cultural y tecnológica le ha llevado a dominar el planeta y a todas sus criaturas.

En el siglo XXI la superpoblación humana del planeta, que pronto llegarán a 7.000 millones de habitantes, y un cambio climático provocado por nuestro afán de consumo desmesurado de energía amenazan seriamente el supuesto éxito del que se llama a sí mismo sapiens sapiens.

La más poderosa etnia nacida de la nueva era de la comunicación y la globalización es la tribu de la corbata.

Si un observador extraterrestre nos estudiara zoológicamente, como nosotros hacemos con el resto de los animales, ¿qué conclusiones sacaría de nuestro comportamiento? ¿Acaso muchas de nuestras acciones no son francamente estúpidas y poco inteligentes?

Si ponemos en un lado de la balanza nuestros éxitos y en el otro sus consecuencias, ¿somos realmente un éxito evolutivo?

Lo peor es que lo hacemos a conciencia. Ningún miembro de la tribu de la corbata puede aducir en su defensa que no sabe lo que le estamos haciendo a nuestro propio futuro como especie. El caos en el que vivimos es una suma de egoísmos que no nos hace más felices. Puede que el precio del éxito sea demasiado caro. Relacionamos riqueza y poder con consumo masivo. Sólo nosotros somos capaces de comer sin hambre, beber sin sed o exterminar a otros animales sólo para vestirnos con su piel.

Las grandes manadas a las que antes venerábamos como a dioses ahora son sólo una molestia en nuestro camino.

En el mundo hay más personas pobres y crónicamente subalimentadas que al principio del siglo XX. Los grupos raciales y religiosos se matan entre sí a una escala jamás vista y los arsenales nucleares guardan armas suficientes para acabar de forma definitiva con la especie humana.

«Éramos un animal impresionantemente bello antes de que todo esto empezara.»

… la enorme variedad de culturas que una vez existieron sobre la tierra. El resto de las tribus y etnias humanas están siendo exterminadas como tales.

El número de grupos étnicos autónomos en el mundo alcanzó su punto máximo hacia el año 1000 a.C. en aquel momento había unas 500.000 tribus distintas. Hoy quedan menos de 200. Los expertos calculan que en el año 2300 habrá en todo el mundo un solo estado.

Millones de tradiciones y conocimientos culturales ligados a los diferentes paisajes del planeta desaparecen frente al pensamiento único que pasa por encima de ellos como una apisonadora inexorable. Los ritos de la tribu de la corbata se extienden por el planeta como una plaga aniquilando al resto de las culturas. No entiende de religiones ni razas ni creencias; su único dios es el éxito económico.

La tribu de la corbata somos todos y ninguno.

El largo camino del comedor de frutas le ha llevado a una jungla muy diferente en la que los charcos ya no se pueden beber. Aquí rugen manadas de caballos de vapor y la oscuridad es una quimera.

Estos lugares son más adecuados para los insectos que para los primates. Desde hace 25.000 años nuestro cuerpo y nuestra mente son exactamente iguales. Llegamos hasta aquí biológicamente mediante selección natural, un motor evolutivo muy lento y persistente que no es fácil de cambiar sin la ayuda de los milenios. Sin embargo hay otra fuerza que es la que nos está causando un gran conflicto: la evolución cultural.

Ésta va muy deprisa. Demasiado, y pone las costumbres de un cibernauta en un cuerpo no muy diferente al de un chimpancé. Llegado a este punto no cabe la menor duda de que somos un primate muy raro: piernas largas, pies extraños, pero la característica física más llamativa de nuestro cuerpo es la falta de pelo. Somos un mono desnudo.

Es algo único entre los primates y muy poco frecuente incluso entre los mamíferos. De las más de 4.000 especies de mamíferos vivientes sólo un puñado de ellas carecen de pelo en el cuerpo, puesto que el pelaje fue una de las grandes ventajas fisiológicas que hicieron florecer a los mamíferos. Protege del sol y el calor, preservan el frío, blinda la piel.

Los demás mamíferos que perdieron el pelo como nosotros lo hicieron fundamentalmente porque cambiaron el medio terrestre por otro. Los murciélagos, por ejemplo, desnudaron sus alas para poder volar. Son los únicos mamíferos que han conquistado el medio aéreo. Los excavadores como el armadillo perdieron el pelaje porque es innecesario para vivir bajo tierra y los mamíferos acuáticos lo hicieron para adaptarse al agua. Otros como rinocerontes o elefantes se desnudaron por sus peculiares problemas para calentarse y enfriarse debidos a su gran tamaño.

Pero nosotros no volamos como los murciélagos ni nos enterramos como los armadillos ni somos tan grandes como elefantes, por tanto si perdimos el pelo debió de haber una poderosa razón para ello, ¿pero cuál?

Algo ocurrió durante nuestra evolución. Para tratar de explicarlo los científicos han barajado varias hipótesis. Una de ellas es que ciertos rasgos infantiles o inmaduros de los primates se hayan conservado y prolongado en los humanos durante nuestra vida adulta. Es decir, es como si naciéramos y nos mantuviéramos físicamente prematuros, sin haber completado nuestro desarrollo corporal, quedándonos en una fase fetal anterior sin casi pelo en el cuerpo como este orangután recién nacido. La evolución favoreció el desarrollo del cerebro convirtiendo al mono cazador en un mono infantil.

Nuestro cerebro tiene al nacer sólo el 23% de su tamaño adulto definitivo. Su crecimiento sigue hasta 10 años después de que alcancemos la madurez sexual y no llega a su pleno desarrollo hasta aproximadamente los 24 años de edad. El cerebro de un joven chimpancé, en cambio, alcanza su pleno crecimiento al año de edad. Por tanto la falta de pelo en el cuerpo y el cerebro sin desarrollar son características infantiles.

Otros rasgos que podrían provenir de esta llamada neotenia serían nuestro cuello largo y fino distinto al de los otros primates, la posición del cráneo en ángulo recto, la cara plana, los dientes pequeños y tardíos y el dedo gordo del pie, que no se ha trasladado a un lado como en los grandes simios. Todas éstas serían características embrionarias, inmaduras, propias del feto de un primate que nosotros habríamos conservado en la edad adulta porque nos convinieron para sobrevivir.

Pero la teoría más atractiva es sin duda la que aboga porque tuvimos un pasado evolutivo ligado al agua, es decir, que una vez fuimos prácticamente un mamífero marino. Esta teoría llamada del homo acuaticus sostiene que nuestro linaje, antes de convertirse en cazador, pasó por una larga fase y como mono semiacuático. Nuestros ancestros se habrían desplazado a playas tropicales en busca de comida. Este es un ecosistema muy rico en proteínas animales y en el que es relativamente fácil obtenerlas.

Al principio buscaríamos mariscos y criaturas costeras en la línea de la marea, entre la serena y las rocas de las playas, pero poco a poco nos iríamos internando cada vez más en el agua, aprendiendo a nadar y a sumergirnos. Es entonces cuando, según esta teoría, habríamos perdido nuestra capa de pelo corporal como los delfines, conservándolo sólo en la cabeza, la única parte que permanecía fuera del agua y expuesta al sol.

Las orillas de esos mares cálidos y llenos de proteínas pudieran tener otro efecto positivo en nuestro desarrollo cerebral. Rebuscando allí abajo, aquellos ancestros nuestros pudieron darse cuenta de que las conchas de los moluscos eran cortantes y podían ser utilizadas como herramientas. La teoría del homo acuaticus se apoya también en diversas evidencias morfológicas de nuestro cuerpo actual, como nuestra gran destreza para movernos en el agua, algo realmente extraordinario entre los primates, que no pueden nadar en su gran mayoría. El agua nos gusta, disfrutamos de ella.

Estamos dispuestos a invertir mucho tiempo, esfuerzo y dinero en acercarnos a su caricia vivificante. Nuestra idea de la felicidad y el lujo está siempre relacionada con un baño. Los miembros de la tribu de la corbata peregrinan a menudo cientos de kilómetros en cuanto pueden a bordo de sus coches sólo para sumergirse algunos minutos en el agua. Hay algo ancestral en esta costumbre nuestra tan opuesta al resto de los primates.

Puede que los miembros de la tribu le debamos más al agua de lo que creemos. Nuestro cuerpo tiene algunas características curiosas que encajan con esta hipótesis, como la capa de grasa que hay bajo nuestra piel que compartimos con cetáceos y focas y de la que carecen el resto de los primates.

Nuestra nariz, larga y diferente a la de todos los demás simios, funciona como la quilla de un barco: evita que entre el agua al avanzar. Es una válvula perfecta que cierra los orificios haciendo que el líquido discurra a ambos lados. Nuestros parientes genéticos más próximos, que no flotan en absoluto y odian el agua, tienen narices completamente diferentes. Todos salvo uno. Hay un primate en Borneo al que no le importa nadar y su característica más llamativa es la que le da nombre. El násico posee una nariz que le hace parecerse sospechosamente a nosotros. Ambos nadamos, ambos tenemos narices diferentes al resto de nuestros primos. La selección natural no hace algo como esto por casualidad.

Los defensores de la teoría del homo acuaticus dicen que ésta explica también algunas más de nuestras peculiaridades anatómicas, como la forma alargada del cuerpo, la posición vertical que adoptamos al caminar o el control voluntario de la respiración, más propio de delfines que de primates.

Lo que resulta evidente en todas las culturas es que el agua nos hace felices desde que nacemos. Incluso nuestras valiosas manos, especialmente sensitivas comparadas con las de los grandes simios, habrían evolucionado según esta teoría para palpar la comida bajo el agua, para capturar los invertebrados en un medio en el tacto es imprescindible.

Pero esta atractiva hipótesis sobre nuestros orígenes está descatalogada por la ciencia debido a que jamás se han encontrado pruebas fósiles directas que la demuestren. Sus defensores tienen una explicación muy lógica para ello: nadie busca fósiles bajo el mar, en lo que fueron las costas africanas hace más de un millón de años.

Sea donde fuere, lo que somos se lo debemos a la evolución en un medio ambiente concreto. Pero no sólo físicamente, sino también en nuestros comportamientos de cada día. No es fácil prescindir de los ancestrales impulsos de simio que nos han acompañado durante millones de años. Enfrentarnos a nuestro lado animal puede ayudarnos a ser mejores, sin embargo parece costarnos mucho; queremos acercarnos a Dios a costa de negar nuestra relación con ellos.

La tribu de la corbata atribuye la dignidad humana al hecho de que estemos fuera de la naturaleza y seamos distintos al resto de los animales pero con el mes próximo diferimos tan sólo en un 1’23% de nuestros genes. Tratamos de auto definirnos como ajenos a ellos a toda costa, queremos diferenciarnos, buscamos esa característica que nos distinga pero no acabamos de encontrarla.

Nuestro antepasado común vivió hace sólo 6 millones de años, muy poco tiempo en la escala evolutiva, apenas un suspiro.

Primero se dijo que éramos los únicos que nos comunicábamos con un lenguaje complejo, pero no era cierto. Roger Payne en los años 60 descubrió que los cetáceos también lo hacen. Después se buscó esa separación en la idea de que sólo nosotros fabricábamos y utilizábamos herramientas, pero Jane Goodall lo desmintió observando a los grandes primates. Algunos, como este gorila, incluso capaces de fabricarse y usar un instrumento musical. Y finalmente se sostuvo que sólo nosotros éramos capaces de tener cultura, y se ha demostrado que otros animales también la tienen.

La biología nos enseña humildad con cada descubrimiento.

Estas orcas de península Valdés en la Patagonia argentina son capaces de inventar nuevos comportamientos y enseñárselos a sus hijos de forma activa. Los adultos están entrenando a las jóvenes orcas a entrar en la arena de la orilla para capturar a las crías de los lobos marinos que se bañan en aguas someras. Esto es cultura, descubrir algo nuevo que ninguna otra orca hizo antes y transmitirlo deliberadamente a sus descendientes. La orca, por tanto, tiene cultura como nosotros.

Reivindicar a los demás animales y a los otros primates no es volver hacia atrás, sino que por el contrario, significa abrazar nuestros orígenes sin vergüenza. Para ver lo que somos basta con observarnos con atención.

Nunca antes supimos tanto. Esta es la primera generación que es totalmente consciente de lo que estamos haciendo.

Hay varios comportamientos en la tribu de la corbata que parece que no podemos evitar. Uno de ellos es nuestra desquiciante obsesión por la jerarquía y el prestigio social. Dado que nos desarrollamos como simio cazador en comunidades reducidas de unos 100 individuos, parece ser que los problemas empezaron cuando pasamos a vivir en grandes ciudades con miles de congéneres desconocidos a nuestro alrededor y las primitivas expediciones de caza se convirtieron en expediciones para ir al trabajo. Además los grupos de machos se mezclan en las empresas con los de hembras, y todo esto es algo para lo que no estábamos diseñados.

En los grupos reducidos de primates resulta fácil para la jerarquía dominante abrirse paso y estabilizarse, con una masiva comunidad urbana la situación es mucho más tensa. Cada día el mono egoísta se ve expuesto a encuentros no deseados con incontables desconocidos, situación inaudita en cualquier otra especie de primate. No es posible entrar en jerarquía social con todos ellos, por eso utilizamos las llamadas normas anticontacto que permiten pasar sin dominar ni ser dominado y dejar claro quienes somos. Lo hacemos sin darnos cuenta, pero no supone un esfuerzo enorme.

Hay un exceso de estímulo, por eso evitamos mirar a los ojos, señalar o establecer contactos corporales directos. Ese es el motivo por el cual las cortesías de salutación se han ritualizado. El apretón de manos se ha adoptado para crear un leve vínculo pero manteniendo el contacto justo. Su origen parece ser éste.

Napoleón, este macho dominante de chimpancé, estaba muy nervioso. Para calmarlo una de las hembras coloca su mano junto a la boca del macho. «muérdeme si quieres», significa el gesto. Y esto le calma. Es una muestra de sumisión, de saludo amigable, lo mismo que el nuestro.

El beso en la mejilla también proviene del acto primate de olisquearse mutuamente para obtener información sobre una posible pareja. Nosotros lo hemos alejado de toda connotación sexual, pero seguimos usando en gran parte del mundo.

Pero además cuando conseguimos fabricar armas peligrosas tuvimos que desarrollar también las llamadas señales de apaciguamiento para crear vínculos amigables en el grupo. Una de las más comunes señales de apaciguamiento entre nuestros primos es el acto de aseo o desparasitación de un individuo secundario a otro dominante para obtener su favor o protección, quitándole los parásitos de lugares a los que él no puede llegar con sus manos.

Nosotros empezamos haciendo lo mismo exactamente, pero el ritual se fue complicando, y como en una ciudad no podemos ya ir desparasitando al jefe para que nos suba el sueldo, tuvimos que inventar algo para sustituirlo. Lo que los biólogos llaman invitación al aseo social es lo que permite al animal débil estar presente junto al dominante; se queda por el servicio que presta. Empezó siendo una invitación a través de un leve chasquido de labios como el de los chimpancés y los científicos creen que en nosotros se ha convertido primero en lo que llamamos sonrisa y luego ha dado lugar al lenguaje.

El lenguaje de cortesía, esa charla banal sobre temas sin importancia y que no informa de nada ni transmite sentimiento verdadero alguno, es la versión humana del aseo social de los demás primates. Sólo tiene un fin: agradar y ser aceptado.

Una excepción a este lenguaje de cortesía son las reuniones de negocios. Para aprovechar el tiempo al máximo y no perderlo en aseos sociales innecesarios, se exagera el formalismo para eliminarlos. Aquí todos conocen la jerarquía previamente, todos saben quién es el jefe. No es necesario asearle. El aseo verbal sólo aparece brevemente en el encuentro y en la despedida.

Muchos otros de nuestros gestos más cotidianos tienen también un origen que no sospechamos. Cualquier simio enfadado trata de intimidar a sus congéneres erizando el pelo para parecer más grande y amenazador. Nosotros hacemos lo mismo poniéndonos algo en la cabeza que nos haga crecer a la vista de nuestro interlocutor. Los gorilas macho tienen una cresta sobredimensionada para impresionar a sus rivales. Nuestros uniformes militares y policiales se basan en idéntico principio: sombreros altos y hombreras nos hacen fieros.

Todo es por un único motivo; el mono egoísta de la tribu de la corbata tiene que mantener su posición social y si es posible mejorarla, pero debe hacerlo con cautela, sin poner en peligro sus contactos cooperativos, porque necesitamos sentir que pertenecemos a un grupo que nos protegerá. Aquí entra en juego este sistema de señales de sumisión y agresión o dominio. La colaboración del grupo requiere un alto grado de uniformidad, tanto en el vestido como en el comportamiento, pero sigue existiendo un amplio margen para la competencia jerárquica.

La corbata, nuestro símbolo, es el mejor ejemplo. Su presencia o ausencia nos da mensajes. En los negocios debe estar, pero puede ser de marca, de colores llamativos, o sería o de diseño o clásica. En los encuentros sociales todos los miedos del mono egoísta surgen a flor de piel. Se puede saber cuál es el individuo dominante en una reunión al observarlo: es el que no come ni bebe ni se rasca ni hace nada compulsivamente. Está tranquilo, mira a los ojos, es la hembra o el macho alfa, y lo sabe. Todos lo saben.

Estamos hambrientos de prestigio. Somos una tribu de buscadores competitivos de estatus, pasamos toda la vida intentando ascender cada vez más alto en la pirámide social simplemente para impresionar a los demás. Lo importante es no ser menos que los vecinos. Esto nos lleva a una insatisfacción permanente que puede ser la clave de nuestro previsible y negro final como especie. Competimos entre nosotros, pero, ¿quien gana?

El premio Nobel Konrad Lorenz escribió que la civilización humana fomenta cada vez más a los que él llamaba «los tipos degenerativos». ¿Es posible que la tribu de la corbata esté favoreciendo el fracaso de los mejores frente a los mediocres? hay científicos que lo aseguran. Existe una corriente imperante que intenta destruir a todo el que destaca. Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede reconocérsele por una cosa: todos los mediocres se conjuran contra él.

El doctor González de Rivera lo ha descrito como el MIA, Síndrome de Mediocridad Inoperante Activa, gente cuyo objetivo es aniquilar el avance de cualquier persona brillante.

Sí es verdad que esto está ocurriendo todo cobra sentido. La tribu de la corbata ha invertido el orden cambiando la selección natural que premiaba a los más preparados por la selección social, que da el poder a los peores.

Estamos fuera de control como especie.

«Tal vez es mejor que deje al planeta seguir sin mí. O puede que sea capaz de cambiar. Todo es cuestión de tiempo. De poco tiempo…»

James Brown – It’s a Man’s Man’s Man’s World

COMO : It’s a Man’s Man’s Man’s World
QUIEN : James Brown
DONDE : It’s a Man’s Man’s Man’s World
CUANDO : 1966

Palabras #108

Considero a todos los hombres como violentos, incluyéndome a mí.
Cuando ves el grado de violencia en los hombres, comprendes que todavía estamos sólo a unos pocos pasos de los monos en la escala evolutiva.

Sam Peckinpah

La cinquième saison

La cinquième saison

Película «La cinquième saison» (2012)
+info | Trailer

«- ¿Dónde estuviste antes?
– De aquí para allá.
Nos movemos con las estaciones.
Estábamos en el Loire.
– ¿En el Loire?
Fui allí una vez.
– ¿Ah, sí?
– De luna de miel.
– ¿En serio?
– Dos semanas de felicidad.
Dos años de infierno. Eso fue todo.
– ¿Chicos?
– Un varón.
– ¿Y su madre?
– Ella es una gran pianista.
Cuando Octave nació, nos dejó.
Me compré algunas abejas.
Eso es hermoso. La polinización.
Es delicado.
Es refinado.
Es poesía …
Es armonía, equilibrio.
– ¿Y antes de las abejas?
– Soy filósofo.
– ¿De verdad?
– Dejé la universidad por él.»

 

«- Cuando las abejas desaparecen… el resto sigue.
Hay una sola solución.
Racionamiento.
– Pol tiene razón.
– Thomas… no seas ingenuo.
No compartimos nada con los especuladores.
– Prefiero ser un hombre de paradojas… que un hombre de prejuicios.
– Hay que tratar de evitar lo inevitable.»

 

«- Mira que gordo está éste.
Ponlo a un lado. Vamos a hacer una sabrosa brochette.
Voy a mezclarlos con jarabe para quitarles el sabor a cola.
– Los insectos no tienen ningún valor.
– ¿Pensaste que están llenos de proteínas?
Un día van a tener un valor de kilos de azúcar.»

 

«- Hazlo así.
Como si estuvieras acariciando el árbol.
Escucha las cosas a tu alrededor.
– ¿Bendices nuestros árboles ahora?»

Los Vikingos

Los Vikingos
(Ancient Civilisations. The Vikings)
Dr. Les Prince
Vanessa Tovell / Cromwell Productions
48 min
1996

En el año 793 una crónica anglosajona cuenta: «en este año se han visto presagios terribles sobre Northumbria que han asustado en gran medida al pueblo. Consisten en enormes torbellinos, relámpagos de luz y fogosos dragones moradores. Y el 8 de junio los estragos de los bárbaros han destrozado miserablemente la iglesia de dios en Lindisfarne, saqueándola y masacrando a la gente.»

La era vikinga había irrumpido en la historia.

La imagen que tenemos de los vikingos es la de una manada de lobos sangrientos no muy diferentes a los actuales ángeles del infierno, aterrorizando a gente inocente y pacífica, especialmente a los clérigos. Su llegada y la súbita e inesperada. En cosa de pocos años fueron tenidos por todo el mundo cristiano.

No pasó mucho tiempo antes de que los nombres de sus lugares de procedencia, daneses, escandinavos, noruegos o norteños, se convirtieran en simples sinónimos de la palabra pirata.

La época vikinga se ha caracterizado por ser una violenta explosión de paganismo anticristiano. Los vikingos, al llegar con sus bellos navíos, eran vistos como piratas que aparecían como las nubes tormentosas del norte. Primero en pequeños grupos de ataque y luego con grandes flotas.

[Paul Jackson, Birmingham University] «Los vikingos tal y como los conocemos venían de una zona de la Europa del norte, Escandinavia, conocida como Noruega, Suecia y Vinlandia, que es la parte septentrional de Dinamarca. Aunque recibían diversos nombres, eran conocidos colectivamente como vikingos.»

En el año 789 Beaduheard, juez del rey Beorhtric de Essex [Wessex], se apresuró a ir con un pequeño grupo de compañeros a Pórtland, en la costa sur de Inglaterra. Investigaba tres barcos sospechosos que se suponía eran mercantes. Lamentablemente para él no lo eran y Beaduheard se convirtió en la primera víctima de los vikingos.

Los extranjeros le mataron a él y a sus compañeros, y como señala la crónica anglosajona, estos fueron los primeros barcos de daneses que llegaron a la tierra de los ingleses.

Tras este primer y amenazador encuentro durante 4 años no se vuelve a oír hablar de los extranjeros bárbaros del norte. Más tarde irrumpen impetuosamente sacudiendo a la cristiandad desde sus raíces con el saqueo de Lindisfarne, la isla santa. A partir de ese momento, y durante los siguientes 300 años, no cesaron de aparecer en la historia.

[Dr. David Chandler, Sandhurst Millitary College] «Si leemos las crónicas anglosajonas, todos los años se mencionan oleadas de incursiones vikingas en lo que ahora llamamos las islas británicas. Era un problema endémico. Una vez quedó claro que podían obtener botines fácilmente en bretaña, y dado que algunos reyes que habían pagado a Deingold para que volvieran al final de la estación, nos convertimos en un blanco habitual en estas islas.

Lo que siempre me ha fascinado es que no sólo nosotros hemos recibido este trato; un poco después en la historia nos encontramos con flotas de vikingos navegando por el mediterráneo hasta Sicilia e incluso Constantinopla, e incluso en santa Sofía, la gran catedral que hoy es una mezquita en Estambul, justo arriba de la galería de la gran cúpula hay unas marcas que fueron grabadas con un cuchillo en el mármol de la balaustrada: Godrik estuvo aquí. Era una especie de vándalo del siglo 9, un individuo duro como otros muchos de las futuras generaciones que se aburría con la misa que estaban oficiando abajo. Sacó su daga y grabó su nombre en el edificio.»

Este fue el principio del período conocido como la era vikinga.

Navegando hacia el sur los vikingos se establecieron en las islas Orkney y en Shetland. Colonizaron Escocia e Irlanda. Invadieron media Inglaterra, siendo detenidos por el único rey ante los ingleses han llamado magnífico: Alfredo de Essex. Atacaron y poblaron Francia hasta llegar al Loire. Tomaron Lisboa, Cádiz y Sevilla. Se desplazaron hacia el este y saquearon Pisa. Algunos vikingos llegaron hasta Sicilia y se establecieron allí. Los Rus’, o vikingos suecos, remontaron el río Vóljov hasta Nóvgorod. Desde allí algunos fueron por tierra, llevando sus barcos sobre rodillos de pino, hasta el nacimiento del Dniéper. Desde allí hasta Kiev, el Mar Negro y Constantinopla, donde la guardia personal del emperador estaba constituida básicamente por vikingos.

Otros fueron desde Nóvgorod hasta el Volga y navegaron hacia el sur hasta el mar Caspio y Bagdad. Nóvgorod y Kiev, ambos reinos vikingos, se encontraban en una de las rutas de comercio más ricas del mundo. Los Rus’ dejaron un perdurable legado con su nombre, del cual se deriva Rusia.

Navegando hacia el oeste los vikingos colonizaron Islandia y Groenlandia, en donde Erick el Rojo fundó una colonia en Bratahim. Desde allí siguieron navegando hacia el oeste hasta Vinlandia, una parte de Terranova, y hasta lo que hoy es su Nueva Inglaterra en los EEUU. Esto fue hacia el año 1000, cinco siglos antes de que colón descubriera América.

[Paul Jackson, Birmingham University] «Los vikingos llegaron a Norteamérica sobre el año 1000 y Leif El afortunado, más conocido como Leif Eriksson, fundó una colonia llamada Vinlandia en lo que hoy es Terranova.»

Las incursiones de los vikingos aterrorizaban a la cristiandad. Algunos creían que la rapidez con la que llegaban y se marchaban era imposible sin una ayuda demoníaca. De este modo, a su creciente reputación de brutalidad salvaje se añadió una misteriosa aura de magia que hasta cierto punto persiste incluso hoy. ¿Se merecen esa reputación de banda de desalmados que iban por el mar interesándose sólo por los botines fáciles y el pillaje?

Indudablemente los vikingos eran violentos y brutales y no se puede negar que les atraían los fáciles botines del comercio costero y los monasterios cristianos, pero era una época violenta y Europa todavía estaba fragmentada tras la caída del Imperio romano occidental, dividida por luchas políticas y acosada por la creciente presión de los musulmanes del norte de África. En cierto modo los vikingos no fueron menos violentos que sus contemporáneos.

[Paul Jackson, Birmingham University] «En el siglo XVIII el Imperio carolingio de Europa occidental y el imperio de Inglaterra se habían hecho relativamente seguros. También se habían hecho muy ricos y estas zonas ofrecían buenas ganancias a los salteadores que no estaban bajo el control directo de la cristiandad.

En realidad europea estaba amenazada desde tres direcciones principales. Al sur estaban los sarracenos que partieron desde África del norte subiendo por la península ibérica. Estos establecieron bases en el sur de Italia y en el sur de Francia. Al este se encontraban los magiares, un grupo de escandinavos que había establecido su base en lo alto de la llanura húngara. Empezaron a saquear tan pronto como llegaron allí.

Al norte y al oeste estaban los vikingos que lanzaron sus ataques marítimos contra estos territorios.»

Paradójicamente los escandinavos ven este periodo como una edad de oro de expansión económica que afectó profundamente a la herencia mercantil y artística de Europa. Los historiadores modernos han empezado a reevaluar el período. Ya hay quien lo ve como una explosión de energía que surgió de una de las pocas regiones estables de Europa en aquella época.

La era vikinga se sitúan el bien llamado período oscuro del que tenemos pocos datos escritos, sobre todo de los vikingos. El mito se disfraza de realidad, la leyenda se presenta como hecho, y las mejores historias son las menos fiables.

Era la iglesia a la que tenía prácticamente el monopolio de las letras en aquella época. La crónica anglosajona, por ejemplo, fue escrita al menos 100 años después de que sucedieran los hechos a los que se refería por monjes pertenecientes a una iglesia poderosa e implacable dispuesta a utilizar la brutalidad y la falsedad cuando sus intereses se veían amenazados.

Éstos no son datos objetivos sino documentos políticos y religiosos pensados para condenar a aquellos a los que ataca. Los vikingos, adoradores de dioses no cristianos, eran una amenaza para su religión y la iglesia cristiana nunca fue capaz de tomarse a la ligera tal situación.

Otros vieron en los vikingos una amenaza económica y política. Los comerciantes se habían visto obligados a utilizar rutas costeras, las mismas rutas que utilizaban los vikingos en sus viajes. Las incursiones vikingas amenazaban la supervivencia de este comercio costero y la inestabilidad de poder en Europa significaba que Escandinavia podría muy bien ganar control sobre el alma del Sacro Imperio Romano.

El emperador romano vio la agresión vikinga como una amenaza que no podía ser ignorada. El arma que utilizó fue la religión. Siendo paganos, los vikingos estaban fuera de la órbita de la iglesia pero si pudieran ser convertidos caerían bajo la autoridad del Papa y, automáticamente, bajo su propio control. Poco le importaba recurrir a cualquier método para dominar a los vikingos.

[Dr. Les Prince, Birmingham University] «Para el santo emperador romano los vikingos suponían dos amenazas distintas, ambas muy serias. En primer lugar suponían una amenaza económica. Dado que interceptaban las rutas comerciales por las cuales el santo emperador romano mantenía el contacto y el comercio con otros pueblos, su violencia en esas rutas comerciales suponía una amenaza de grave interrupción económica del imperio y de la cristiandad tal y como estaba establecida en aquella época.

Pero los vikingos suponían una amenaza de otro tipo, la cual no era menos importante para el emperador. Quizá era más importante que la amenaza económica y esa era la religión. Los vikingos eran paganos p nueva doraban al dios cristiano y debido a ello su sola existencia era una amenaza para el santo imperio romano.

Esto tuvo dos aspectos diferentes. Uno era la amenaza para la doctrina de la cristiandad, pero mucho más importante fue la amenaza para el poder político del emperador. Al ser paganos estaba fuera de la autoridad de roma y, por tanto, esencialmente estaban fuera de su propia autoridad. El emperador pronto decidió que una manera de contrarrestar la amenaza vikinga no era necesariamente con un conflicto directo, sino convirtiéndolos. Fue instigación suya que los misioneros cristianos empezaran su trabajo en las zonas vikingas.»

La dura geografía de Escandinavia definió a su pueblo y, por último, su lugar en la historia. El mar era lo primordial de su vida, era esencial tanto para la vida como para las comunicaciones.

Tanto en Escandinavia como allí donde se establecían, la sociedad vikinga se basaba en una estructura social con 3 estratos: los jarls, también llamados condes o guerreros, los karls o campesinos y los thralls o siervos.

Los thralls eran la clase trabajadora de la sociedad. Nunca dejan libres, siendo más bien una propiedad como una vaca o un perro. Habitualmente los thralls se dedicaban a la guerra, la piratería o el comercio. La mayoría de ellos vivía en una sola choza estrecha hecha de madera o de hierba y arcilla, junto a sus familiares los animales que poseyeran. Estos desafortunados miembros de la comunidad no tenían ningún dios que se ocupara de ellos sino que estaban abandonados a su suerte tanto por los hombres como por los dioses. Pero en comparación con el trato que se daba a los esclavos de otros lugares de Europa, los vikingos parecen no haber sido demasiado duros con sus thralls y existen datos de que consideraban enfermos aquellos que maltrataban a sus esclavos.

A los thralls también se les permitía tener posesiones y tiempo libre para trabajar en su propio provecho y en circunstancias favorables podían comprar o ganarse su libertad.

La mayoría de los vikingos eran karls. Su protector era Thor, el dios más venerado de todos los dioses vikingos. Los karls eran minifundistas y hombres libres y abarcaban desde los indigentes hasta la gente que más poder y riqueza. Como hombres libres mantenían una sociedad basada en el parlamento para hacer las leyes. Podían también elegir reyes o decidir un cambio de religión, tal y como hicieron en Islandia en el año 1000.

Los karls vivían en dos o más casas. Consistían en un par de construcciones largas paralelas, a veces ampliadas con uno o dos establos, que componían un complejo de tres o cuatro edificaciones con un patio en medio.

En los asentamientos vikingos de las islas del Atlántico las casas se construían de piedra seca o con una mezcla de hierba y piedra. A veces incluso se construían sólo de hierba. El mobiliario era relativamente simple, con bancos fijos que se utilizaban tanto para comer como para dormir. La ropa y las posesiones personales se guardaban en arcas o se colgaban en ganchos. La comida se almacenaba en cubas y tinajas de madera, en grandes cuencos o en jarras.

El suelo era generalmente de tierra, temporalmente cubierto de cañas o paja. Desde el techo se suspendía una caldera sobre el fuego para hervir caldo o carne. También se utilizaban parrillas de hierro. La carne se hacía en un asador. La carne y el pescado también se cocinaban en agujeros en el suelo envueltos con piedras calientes.

Los alimentos se comían con cuchillo en un trinchador de madera. Para beber se utilizaban cuernos, aunque en las casas acomodadas se podían encontrar vasos importados. La dieta básica de los karls era bastante variada e incluía pan integral de centeno, gachas de avena y cebada, pescado, especialmente arenques, carne de cordero, cabra, buey, ternera y cerdo. Queso, mantequilla y nata. Cerveza, aguamiel y para los ricos vino.

La carne de ballena, foca y oso polar, también era importante, especialmente en Noruega e Islandia. Las carnes servidas eran preferidas a las asadas. Los vikingos también hacían caldos y secaban diferentes carnes y pescados.

Un manjar muy especial que todavía hoy se come sobre todo en Suecia era el surströmm [¿?], que es pescado en putrefacción. Las verduras más usuales eran las coles y las cebollas, acompañadas de bayas y avellanas. La miel se utilizaba extensamente, principalmente como base para el aguamiel.

En las zonas alejadas del mar, pero con abundantes bosques, muchos alimentos se obtenían de la caza de la abundante fauna salvaje: alces, ciervos, jabalíes y osos. También les gustaban las liebres, gansos y gallinas, y en el norte los renos y los bisontes.

Los jarls o guerreros, cuyo dios era Odín, formaban la aristocracia. Eran gente acaudalada, con poder y posición social, que a menudo reivindicaban su origen divino. Tenían una refinada, elegante y sofisticada vida y disfrutaban de bellas casas. Se distinguían de la clase campesina principalmente por su riqueza. Esto se hacía patente por la cantidad de seguidores, joyas, barcos y propiedades.

Los vikingos se elegían a sus líderes por su valor, destreza y nobleza de nacimiento. Y si éstos reivindicaban su origen divino, cualquier hombre podía convertirse en su principal rival. En la época vikinga más antigua no había monarquía y la institución sólo llegó a cobrar importancia a medida que ciertos individuos ganaron poder y riqueza, pero no llegó a ser hereditaria hasta mucho después.

Islandia, sin embargo, se mantuvo firme y rechazó completamente la monarquía. Fue una república desde el principio, gobernada por un sindicato de caciques. La aristocracia la componían padres de familia que normalmente pasaban los largos inviernos en casa. Sin duda alguna las grandes descripciones de los festines de Valhalla reflejan en gran medida lo que tuvo lugar en las casas de la aristocracia. Y fueron estos mismos hombres los que reunieron tripulaciones para la exploración, el comercio o la piratería.

La ocupación habitual del año, tanto para los nobles como para los campesinos, era trabajar la tierra durante primavera y otoño, hacer expediciones en verano y festejos durante el invierno. Mientras tanto sus esposas mantenían la casa y la familia hilando, tejiendo y protegiendo los intereses familiares hasta que sus hombres volvieran con sus botines o sus mercancías.

La tierra era enormemente importante y proporcionaba estatus. Una familia podía aumentar su posición social mediante las adecuadas alianzas y a menudo se concertaban matrimonios por las dotes que les acompañaban. Pero la tierra siempre pasaba del padre al hijo mayor, sin dividirse, lo que creo escasez de buenas tierras que trabajar.

En los mitos y epopeyas nórdicas vislumbramos las vidas aisladas y duras de la mayoría de los vikingos. A menudo las casas de labranza estaban separadas por días de distancia a caballo y era poco probable que un viajero se cruzara con otra persona. Las condiciones del viaje eran espantosas, llevando a los viajeros por páramos, glaciares y a través de tierras vírgenes.

Durante la mitad del año había poca luz diurna y mientras los veranos podían ser cálidos, aunque cortos, los largos inviernos eran severos y peligrosos.

La necesidad de recursos y la escasez de tierra en muchos lugares significaba que la mayoría de los agricultores tenían que completar su alimentación con el mar. A menudo se les describe como agricultores con botes o como marinos con casas de labranza.

[Paul Jackson, Birmingham University] «Para explicar el éxodo escandinavo se han dado diferentes razones. En primer lugar estaba la necesidad de tierras. Esto se vio agudizado por el sistema vikingo de herencia por el cual el primer hijo lo hereda todo, así que los hijos más jóvenes tenían que partir en busca de otros medios de subsistencia. En segundo lugar en Noruega había una dura guerra dinástica interna, especialmente cuando Harald Hárfagri, el de los cabellos hermosos, tomó el control. Esto dio como resultado que todos los vikingos se marcharan y condujo directamente a la formación de las colonias de Islandia.»

El aislamiento tendió a fortalecer la unidad familiar. La supervivencia exigía individualismo y fuertes lazos familiares de apoyo, especialmente en los tiempos difíciles. Dentro de la familia había una relación muy especial; un tío materno era ante todo responsable del bienestar de su sobrino. Eran las mujeres las que proporcionaban la comida y el vestido a su familia y tanto dentro de ella como ante los ojos de la ley, los hombres y las mujeres tenían el mismo estatus y los mismos derechos.

La mujer fue también una figura importante para el chamanismo. Estas personas eran capaces de entrar en trance y comunicarse con los espíritus para obtener conocimientos ocultos y que respondieron a cuestiones prácticas tales como la riqueza de la comunidad o perspectivas de matrimonio.

La amistad era de vital importancia. Al igual que ocurría con la familia, la supervivencia podía depender de los fuertes lazos con los demás. Las familias juiciosas cultivaban estrechas amistades porque los grandes grupos eran menos vulnerables que los grupos pequeños. Esto también fomentó la hospitalidad

El mar dominaba la vida. Los escandinavos pronto aprendieron a construir buenas embarcaciones. De esta habilidad surgió su símbolo de distinción, el barco vikingo. Estas embarcaciones, con sus largos y esbeltos cascos y sus pruebas elegantemente curvadas con su cabeza de dragón, eran un arma temible que causaba terror a sus enemigos. Los vikingos habían conseguido un barco fiable que podía navegar en aguas poco profundas y que no necesitaba un puerto para fondear. Su construcción les permitía utilizar cualquier playa como puerto y maniobrar en aguas no aptas para la mayoría de los demás y navíos europeos de la época. No es de extrañar que sus víctimas cayeran en sus manos totalmente desprevenidas, ya que no sólo atacaban islas o asentamientos costeros; podían navegar río arriba para dirigirse a ciudades ricas y monasterios.

Navegaron por el Támesis, el Shannon, el Duar y el Ring. Es más, estos bólidos del mar no sólo les permitieron atacar sin previo aviso sino que eran lo suficientemente manejables como para permitir una rápida huida en caso de que fuera necesario.

[Dr. David Chandler, Sandhurst Millitary College] «El barco vikingo era el modelo de arquitectura naval más desarrollado de la época. Son trabajos preciosos, con diseños especializados y capaces de recorrer grandes distancias. A veces sus flotas poseían cientos de ellos. De las flotas que invadieron la costa nororiental en el año 1066, durante la primera fase de la batalla de Hastings, dijeron los cronistas que había unos 250 barcos, de modo que estas flotas podían ser muy grandes.

Tuvieron lugar una o dos grandes batallas navales en este periodo, especialmente cuando el rey Alfredo de Winchester y Essex empezó a formar una flota que era capaz de encontrarse con los vikingos en alta mar, y sabemos que ganó uno o dos combates muy duros contra ellos. Pero en lo que a los vikingos se refiere, sus barcos tenían tres propósitos. En primer lugar llevarles al lugar que iban a atacar. En segundo lugar aterrorizar a la población con sus famosas proas que llevaban cabezas de dragón. Esto era algo psicológico, más que nada, debido al terror que podían causar. Y en tercer lugar llevarse el botín una vez realizada la incursión. Pero era el viaje el que predominaba.

En mi opinión los primeros que tuvieron esta urgencia de explorar, de sobrepasar los horizontes conocidos por el hombre, fueron los vikingos de aquella época.»

A pesar de sus notables viajes, los vikingos preferían quedarse cerca de la costa. Los alimentos tenían que cocinarse en tierra. En el mar la tripulación subsistía a base de carne o pescado seco. Había poco espacio cubierto a bordo y dormían en sacos confeccionados con cuero. Cuando era posible preferían acampar en tierra y pasar la noche en el relativo lujo de una tienda de campaña.

La navegación en mar abierto era muy arriesgada pero la mayoría de los timoneles vikingos tenían suficientes conocimientos de astronomía como para poder navegar a lo largo de una latitud. Mantenían el rumbo observando la posición del sol al mediodía y de este modo calculaban la latitud comparándola con otros lugares conocidos.

Los vikingos eran agricultores, comerciantes y marinos, así como aventureros, filibusteros y piratas.

Tenían una tradición artística propia que competía con cualquiera de las europeas de la época. A los vikingos les encantaban los ornamentos y tanto los hombres como las mujeres se acicalaban y decoraban sus ropajes con elaborados alfileres, brazaletes y anillos. Su arte refleja su carácter y está empapado de vitalidad y vigor. Es recargado y complejo, cualidades que también comparte su poesía. Es esencialmente un arte decorativo aplicado a una amplia variedad de objetos cotidianos, aspecto principal de la vida diaria. Dominan las formas estilizadas de animales, desde representaciones muy naturalistas a complejas formas abstractas. Algunas de ellas son asombrosamente de ellas y su influencia se puede ver en el arte de otras culturas de Europa, incluyendo la anglosajona y la celta. Cualquier cosa podía adornarse y los objetos decorados con filigrana de oro y su típica granulación nos muestran la destreza que tenían algunos de estos artesanos nórdicos.

[Dr. Les Prince, Birmingham University] «El arte vikingo es una de las formas de arte más inconfundibles del mundo. Es vibrante, el rico, es energético. Es emocionante. Podríamos decir también, en algunos casos, que es ostentoso, y los vikingos, conocidos por su austera actitud ante la vida, su austera religión, parecen verter todas sus energías positivas en el arte, y parte de él es realmente notable.

Los vikingos decoraban absolutamente todo. Cualquier cosa que tuviera superficie podía ser decorada: vestidos, barcos, mesas, alacenas… absolutamente todo. Y todavía quedan algunos ejemplos increíblemente bellos del arte vikingo en los muros de las iglesias, por ejemplo, y tallas muy bellas.»

Perduran obras que muestran su habilidad, pero se han perdido muchas otras. En su arte y su decoración los vikingos no revelan un lado ostentoso, incluso deslumbrante de su naturaleza, que está algo reñido con su reputación.

Es en la religión donde la reputación vikinga está completamente ilustrada. Es difícil imaginar a los vikingos como religiosos en el sentido convencional; al igual que su paisaje, su religión era dura y prohibitiva. Lo que sabemos de su religión es fragmentario. Una vez que los misioneros cristianos enviados a Escandinavia se hubieran establecido, atacaron con celo todo rastro de paganismo que tan profundamente odiaban. Sin embargo los nombres de los principales dioses nórdicos siguieron vivos, conmemorados en los días de la semana que estaban dedicados a ellos: martes, miércoles, jueves y viernes, y en nombres de lugares como Wellfist [¿?].

Se nos habla de una religión poco organizada, sin sacerdocio ni teología desarrollada. Inexorablemente fatalista, predice un juicio final, incluso para los dioses. A diferencia de los mitos cristianos, el bien no triunfaba inevitablemente sino que tiene que encontrarse con su juicio final. No es difícil ver en esto un reflejo del carácter de los vikingos, hombres de valentía temeraria y ferocidad invencible más interesados en la muerte y la fama que en el triunfo.

Su mitología está basada en un respeto inequívoco por la violencia, casi como un fin en sí mismo. Es difícil comprender cómo una religión así pudo desarrollarse en las espesuras frías y severas del norte, en donde el éxito se medía o por el triunfo sobre los elementos, los cuales indudablemente ganaban al final, sino por el talento para enfrentarse valientemente a la luz del juicio final.

No obstante, había un consuelo para los creyentes. Daba sentido al universo y éstos obtenían protectores en la tierra. Había un dios para aquellos que vivían por la sabiduría, otro para los que vivían por la guerra, uno para el que hacía runas, otro para el letrero y así sucesivamente. Los dioses eran tan generosos que cada creyente devoto, fuera quien fuera su dios, podía estar seguro de tener total protección en todo aquello que hiciera en su vida.

[Dr. David Chandler, Sandhurst Millitary College] «La religión de los vikingos era por supuesto pagana. También era inspiradora, era una combinación de mitos, historias, creencias muy arraigadas y una buena dosis de miedo. Era una religión ignorante. Thor, el gran dios de la guerra, era el campeón de los dioses. Freyr urdía los destinos de los hombres. Tenemos esta religión que prospera en cierto sentido, aunque sea pagana, y que puede inspirar una cultura guerrera, y por supuesto, la gran bazurca ataca cuando literalmente tenían sed de sangre.

A menudo se quitaban la ropa, la armadura, el casco, y entraban con sus grandes espadas o sus hachas de batalla. A base de puro terror y furia apenas podían darse cuenta de las heridas que sufrían, y eso es lo que les hacía tan diferente, pues creían, al igual que los japoneses en la segunda guerra mundial, que el guerrero que murió en combate iba directamente al cielo, o Valhalla, en donde había un festejo interminable en presencia de los dioses para los guerreros valientes que habían aportado su contribución allí abajo.»

Junto a Thor, el dios nórdico más conocido de todos, está Odín, el tenebroso y colérico padre de todos. Señor de las orcas y patrón de la aristocracia vikinga. En la mitología vikinga Odín era el dios supremo, el dios padre, un dios complejo que exigía sacrificios humanos. Tuvo alrededor de 170 nombres distintos, incluyendo señor de las orcas, señor de los caídos, todo conocimiento y el dios de un ojo. Era el dios de la batalla, de la victoria, de la estulticia y de la muerte. Era el dios vikingo por excelencia.

Aunque Odín era el dios principal, no era de ningún modo el más venerado. Ese honor le corresponde a Thor, el dios del trueno, del que tomaron el nombre del jueves. Gobernaba los truenos y los rayos, los vientos y las lluvias, el buen tiempo y las cosechas. Dios del cielo, de las tormentas, maestro de los relámpagos. Era una enorme figura pelirroja que recorría los cielos en un carro tirado por dos cabras sagradas. Era un dios práctico y venerado por la gente corriente. En los templos en los que el y Frey eran adorados conjuntamente era Thor el que siempre se situaba en el centro, en el lugar de honor.

[Dr. Les Prince, Birmingham University] «De alguna manera es difícil decir cuál fue el legado de los vikingos. Aparecieron y desaparecieron muy rápidamente en la historia, y en esta explosión de energía tan corta pero tan intensa entraron en la historia para salir enseguida. Si miramos todo lo que dejaron tras de sí, un arte vibrante y una literatura vibrante, ambos de los cuales tuvieron influencias mucho más allá de sus fronteras, ciertamente podría decirse que el arte vikingos sigue teniendo su influencia en las artes gráficas modernas europeas.

Si miramos a nuestro alrededor seguiremos viendo la influencia de las formas animales vikingas. De modo que sigue allí. Además de esto, una de las cosas que a menudo se pasa por alto sobre los vikingos es su comercio. Bien… no sólo hicieron incursiones y se establecieron, sino que también abrieron un enorme sistema mercantil por todo el mundo de aquella época. Además nos han dejado mitos heroicos que todavía tienen su influencia en nuestras propias literaturas y leyendas heroicas. Y yo creo que en ese sentido el mundo hubiera sido un lugar mucho más pobre si los vikingos no hubieran existido. Puede parecer un legado escaso, pero yo creo que es un legado especialmente importante. Simplemente esa imagen del héroe, el héroe conquistador saliendo y oponiéndose a los elementos y triunfando.»

La llegada del cristianismo coincidió con un desmoronamiento vikingo. El miedo a este pueblo fue disminuyendo a medida que abandonaron su forma de violencia y adoptaron las formas de brutalidad más familiares al resto de Europa. Aunque las rápidas incursiones continuaron durante algunos años, los monarcas escandinavos adoptaron gradualmente la utilización de grandes ejércitos de tierra y al final de su época habían dejado de ser vikingos en el sentido estricto.

Piratas o aventureros. En realidad los vikingos eran ambas cosas. Extendieron las fronteras del mundo conocido hacia el norte y el oeste y establecieron comunicaciones entre grandes distancias. Durante el proceso introdujeron a países anteriormente aislados como irlanda en un gran sistema mercantil mundial.

Crearon nuevas formas de justicia y administración, incluyendo el sistema del jurado. En Islandia los descendientes de los colonos vikingos originales dejaron una gran cantidad de literatura, considerada por algunos como uno de los mejores logros de la Europa medieval.

Su arte influyó más allá de sus fronteras.

En una explosión de energía que no se ha vuelto a repetir, los vikingos aportaron al mundo una ética heroica y un modo de vida que ha sido la envidia de las posteriores generaciones.

Nos gusten o no, los vikingos enriquecieron al mundo con su presencia.

BONUS:

Puedes ver otros documentales interesantes sobre los vikingos como:

Vikingos. Un viaje hacia nuevos mundos

La piedra del sol vikinga

Bárbaros. Vikingos

La mega serie Vikingos de la filósofa e historiadora colombiana Diana Uribe

The Lesser Blessed

The Lesser Blessed

Película «The Lesser Blessed» (2012)
+info | Trailer

«A la mayoría de los chicos les encanta la clase de francés…
debido las tetas francesas de Madeimoselle Simone.
Son tan alegres.
Pero tengo mis propias razones.»

 

«Algunas cosas en la vida son inevitables.»

 

«En otra vida yo era un gran cazador Dogrib.
Juliet, era una caribú blanca y pura.
La tenía en la mira, ella era mía…
pero la dejé ir por respeto y temor.»

 

«- ¡¿Qué diablos te paso a ti, hombre?!
– ¿Quieres saber que me pasó?
Me besó el diablo, hombre.
¡Son malditos chupetones!»

 

«- Una persona tiene tal vez, tres oportunidades en la vida
para mirar justo al diablo a los ojos.
Este es tu momento más importante.
Por lo tanto, no le des la espalda.
No tengas miedo.»

 

«Jed me dijo una vez, que si una mujer Dogrib
cortase su cabello, ella tiene que quemarlo.
Si no es así, cuando ella muera, ella tendrá que volver
a lo largo de su vida y recoger cada cabello
que haya dejado atrás.
Cuando Juliet muera, ella tendría que volver,
y recordar lo que pasó entre nosotros,
antes de volar al Cielo.
No sé si volveré a ver a Juliet o a Jonny otra vez,
y lloro por ambos.
Lloro, sabiendo que no pertenezco a nadie.
Pero igual sonrió.
Sabiendo que mi vida todavía está en marcha.»